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4.10 - Sobre mi muela careada y cómo se volvió mi talismán - mayo 04, 2014


Casi un mes sin traer nada y ahora les dejo otro shuer texto que salió de unos cuántos pensamientos para didáctica de artes.




La historia de cómo fue que obtuve esta muela. 

Esto pasó el 2010 o 2011 (sinceramente no lo recuerdo bien). Es una muela común, no es la dichosa muela del juicio y se encontraba en el lado superior izquierdo de mi boca. La carie que se encontraba en mi muela atacó de modo silencioso, ya que se encontraba en el interior de la muela, razón por la que nunca generó molestias para mí al momento de comer, pero un día que me encontraba comiendo y mastiqué lo que ingerí sentí que algo se rompió en mi boca, lo que vino acompañado de un dolor intenso en mi costado superior izquierdo.
Cuando me quité los restos de comida de la boca para ver qué había pasado encontré un trozo de mi muela entre los restos de alimento. Al ir a verme en el espejo del baño noté que mi muela se había roto y que quedó suelta.
Días más tarde mi mamá me acompañó al dentista para evaluar la situación de mi diente. Ahí la dentista nos explicó de qué se trataba. Era, efectivamente, una carie que se inició en el interior del diente y que ya había devorado gran parte de él. Había dos opciones; intervenirlo para salvarlo, lo que tenía un valor excesivo para nuestra situación en ese momento (o quizás no tanto, pero había otras cosas que requerían mayor atención que la pérdida de un diente, al menos desde mi punto de vista) y la segunda opción era sacar el diente, que resultaba mucho más accesible. Yo opté por esta opción, que también era más rápida que iniciar un tratamiento.
Luego de la extracción le pregunté a la dentista si podía quedarme con el diente y ella me lo dio. Llegué a mi casa y lo limpié, le quité los restos de sangre y lo guardé hasta el día de hoy sin una razón específica.
No tengo claro el por qué decidí quedármelo. Quizás porque se trataba del primer diente “definitivo” que perdía. O porque verlo ahí lleno de sangre y herido me enamoró de cierto modo. O quizás debido a cuestiones familiares (tiendo a inclinarme por esta última).


Algunos otros antecedentes.
La verdad es que por parte de mi familia existe una serie de historias respecto a la pérdida de los dientes. Se trata de un tema sensible en lo que respecta a mi núcleo familiar, pero las historias se repiten con parientes algo más lejanos.
Tanto mi mamá como mi papá han perdido varios dientes y se han visto en la necesidad de utilizar prótesis. Mi papá perdió antes sus dientes. Se trata de los cuatro incisivos inferiores, si mal no recuerdo la historia los perdió joven jugando a la pelota con sus amigos. Así que la prótesis lo ha acompañado durante muchos años. Él tiene 54 años.
Mi mamá perdió los dos incisivos superiores (las “paletas” que uno le llama), un poco antes de todo mi incidente con la muela.
Por otro lado, la hermana de mi papá también perdió los cuatro incisivos inferiores, no recuerdo cómo. Una de las hermanas de mi mamá luego de una caída en bicicleta en su adolescencia perdió la totalidad de los incisivos (los ocho).
Debido a estas historias (que recuerdo en este momento) es que para mi familia es importante cuidar de los dientes. Fue algo en lo que fueron muy enfáticos cuando me crearon los hábitos de pequeña.
Para ellos es importante mantener buenos los dientes porque son una carta de presentación. En cierto modo, los dientes hablan por uno y dan cierta impresión sobre lo que somos. O eso es lo que ellos —mis padres— me dijeron. Así que no podía ir por la vida sacándome los dientes como si nada.

Los dientes siempre me llamaron mucho la atención. Me resultan una parte muy curiosa de lo que somos, que de algún modo siempre los consideré algo asociado al lenguaje —para mí—, ya que es, aproximadamente, luego de la salida de los primeros dientes que los bebés comienzan a hablar.
Para las culturas antiguas tenían algún grado de atribución mágica, mística. Por lo mismo se fabricaban collares con los colmillos de animales. En este sentido, representan un poder adquirido. Otras culturas consideraban que cierto poder residía en ellos, razón por la que los conservaban para que cuando los muertos vinieran pudieran recuperarlos.

Creo que de cierto modo estas cosas han logrado llegar a nosotros. Por ejemplo en la tradición de pedirle a los niños que pierden sus “dientes de leche” que los dejen bajo la almohada para que reciban un premio. De este modo los dientes no se pierden.
En mi caso, siempre me llamó la atención esto, siempre me generó curiosidad saber qué pasaba con esos dientes que yo dejaba bajo mi almohada, que luego eran reemplazados por dinero.
Un día, sin quererlo, lo descubrí. Y entre las cosas de mis padres un frasquito que contenía los dientes que mi hermano y yo habíamos perdido a lo largo de los años. Supuse que representaban un recuerdo para mis padres y por eso los conservaban, pero cuando pregunté me respondieron: “no se pueden botar”, pero no había un por qué, era como si se tratara de algún acuerdo pre-existente que yo desconocía (y hasta el día de hoy lo desconozco).
Hasta el día de hoy sigo encontrando dientes sin dueño repartidos por la casa. Así que al menos en lo que a mi familia respecta, los dientes se conservan.


Sobre el significado. 
Al final cuando nos pusimos de acuerdo para traer nuestro “talismán” a clases o traer los materiales para construir uno con la intención de reflejar en él de algún modo lo que queríamos poder transmitir en el proyecto que pensamos en la escuela.
Elegí este diente porque primero que todo es parte de mí y por lo mismo creo que habla por mí. Lo pensé como algo para este proyecto, pero también lo trasladé a otros aspectos que siguen relacionados con lo mismo y que son importantes para mí.

Esta muela soy yo y representa lo que no quiero que me suceda ni a mí, ni a mis futuros alumnos.
Mi muela fue carcomida sin que yo jamás lo supiera y, en cierto modo, creo que es lo que nos pasa a todos en la vida, en donde el peso del sistema se vuelve tan grande que nos sacrificamos para “rendir” y nos olvidamos de vivir y disfrutar.
Eso es algo que siempre he tenido presente, debido también a la historia de mi familia. En lo que he visto que se ha convertido la vida de mis padres, con trabajos que odian y que los consumen pero que conservan porque “es lo que hay que hacer”, “se necesita la plata” y tantas otras excusas ya bien conocidas por todos.
De especial relevancia para mí es la historia de mi papá. Estudió dibujo publicitario, pero tuvo que hacerse cargo de su familia, luego se casó y el dibujar no resultaba algo rentable. Así que sacrificó una de sus pasiones por “hacer lo que hay que hacer”. Con los años me ha tocado ver cómo ese modo de vida ha ido matándolo en cierto sentido. Ha perdido de alguna manera el amor por varias cosas y todo se traduce en ir a la pega, hacer la pega y nada más. Su trabajo lo ha consumido por completo y yo no quiero que el trabajo, ni que el sistema (escolar o no) haga eso conmigo.
Por eso tuve diferencias con él cuando decidí entrar a Artes Visuales. Porque en cierto modo él sabía “lo que me esperaba”, pero porfiada como soy. No quise sacrificar eso que tanto me gusta y entré a Artes de todos modos. Y, honestamente, hasta hace poco estaba todo muy bien, porque tenía tiempo de sobra para hacer lo que me gustaba. Ahora que me encuentro en pedagogía he tenido que dejar de lado ese “hacer cosas” en pos de “hacer otras cosas”, pero rescato que toda esta rutina que ha caído ahora en mi vida no ha logrado matar mis ganas de hacer cosas. Mi problema se ha visto reducido a una mera cuestión horaria. No encuentro el tiempo suficiente para perderme en las cosas que me gustaría hacer.
Es a eso a lo que le tengo miedo, a perderme en la rutina escolar y dejar que el sistema me coma, tal como la carie se comió mi muela. Es lo que he visto que la escuela hace también con los alumnos. He visto cómo los anula y cómo los frustra y yo no quiero que eso a lo que yo le tengo miedo les pase a ellos también. No quiero que nos volvamos muelas careadas.


(...)

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